viernes, 28 de noviembre de 2014

UNA ESPUERTA LLENA DE GATOS

"Perla, es una gatita siamesa, obstinada con la puerta de casa. Cree que es un monstruo gigantesco que la tiene atrapada, prisionera en una jaula y rodeada de humanos".

Esta novela que acaba de salir a la venta en Kindle amazon, es la historia de una mascota, frustrada por no poder salir al exterior y vivir encerrada entre cuatro paredes, rodeada de sus amos. Una aventura divertida y escrita para niños. Una historia llena de fantasía, que concluirá en un final sorprendente.



Os invito a leer un poco de esta aventura. Espero disfruten con ella, ideal para leer en familia.


INTRODUCCIÓN


Aquí estoy, sentada al filo de este estrecho y pequeño balcón. Un aroma embriagador engalana mi nariz, envolviendo mis sentidos y confundiendo los sentimientos… ¡A…y!― suspiro―. En días así tan melancólicos, me digo: ¿dónde estoy? Y… ¿a dónde no llego?
Permanezco callada en un silencio repentino y abrumador. Incertidumbres viajan por mi mente queriendo buscar respuestas que no hallo. Esas preguntas repetitivas campanean dentro de mí. ¿Qué necesidad tienen de tenerme aquí? Y… ¿por qué somos tan distintos?
Aburrida y cansada de ver siempre lo mismo desde esta altura, comprobando y sintiendo los seres de ahí abajo tan felices y percibiendo cómo se divierten, en ese alocado movimiento de una vida latente, que perturba mi alma; casi me resigno.
Intento y quiero alcanzar con mis sentidos toda esa locura pero… es tan alta la distancia que no puedo llegar.
Al entrar en el interior de esta jaula gigante, encuentro una sobriedad absoluta. De un salto me planto en mi sillón preferido y enrosco mi cuerpo sin perder la vista a nadie.
Lo que más me mosquea es, esa tapadera gigantesca que parece tenerme manía. Repentinamente se mueve hacia el interior. Alguien entra o sale.
Al parecer a todos en este lugar les gusta salir por ese hueco mágico, que cuando se introducen por él, pasa el tiempo muy despacio y parece una eternidad la espera de volverlos a ver. Alguna vez intenté escabullirme para escapar con ellos, pero… ¡¡ZAS!! De vuelta al sillón. ¡Qué injustos!
Pensarán ustedes que soy un caso raro ó algo así, aunque… sospecho que ya cavilan sobre lo que soy realmente. Tal vez, ya sepan que soy un animal, pero… ¿cuál? Si pensaron en un felino, acertaron. Soy una gatita siamesa de color oscuro y ojos claros. Tengo una silueta que te “cagas”, soy coqueta y limpia; eso sí, me gusta lavarme y acicalarme por si soy sorprendida por alguna visita inesperada. Me llaman Perla. Así se dirigió a mí, mi ama Inma la primera vez que me vio. Creo que me viene como… “sardina a la barriga”, que claramente significa… ¡Genial! Me gusta mi nombre y que expresen su amor dándome muchos mimos y caricias.
Estarán pensando quizás que… ¡qué pinto yo, hablándoles de mi vida!
 ― ¡¡Miau…!!― me da igual lo que piensen. Soy una gata cabezona y cuando me propongo algo, intento conseguirlo. Quiero que sepan cómo se siente una mascota frustrada, aun teniendo todo el amor del mundo. Soy desdichada, estoy triste y me siento sola. Aquí, al sur, en Andalucía.
Como han podido percatar tengo una misión importante que cumplir, cruzar ese hueco mágico, vencer a esa tapadera gigante a la que he oído llamar…: puerta.




CAPÍTULO 1  - PRISIONERA -

La puerta se abre una y otra vez, una y otra vez. Todos van o vienen rutinariamente y a veces durante el día. Aunque… cuando llega la oscuridad suelen cruzar ese umbral y tardar en regresar, haciendo más desesperante la espera de verlos llegar.
Mil y un intentos tengo en mí haber, fallidos, de sigilosa locura por escabullirme entre sus patas humanas. Son rápidos de reflejos estos seres. ¿Qué mal les hará de que me pierda un ratito por ahí?
Siento mi cuerpo como juguete peludo que pasa de brazos en brazos y cansados mis oídos de escuchar lo linda que soy y lo suave que estoy.
― ¡¡Miau…!!― me quejo.
A veces no tengo el cuerpo para tanta fiesta y me canso de ser juguete de nadie. Entonces huyo a mi rincón preferido: el estrecho balcón. Al observar desde aquí todo lo de allá abajo, siento la necesidad de lanzarme al vacío. Pienso entonces en las siete vidas que tenemos los gatos, aunque es mejor no desperdiciar ninguna. El aroma que me llega con la brisa del aíre me eleva hacia un sueño maravilloso. Desde el interior de mi alma intento buscar a qué se parece esto y… ¿dónde lo viví antes? Cierro los ojos entrando en un estado de suma relajación y rebobino en mi memoria. Repentinamente un maullido lejano hace romper la magia hipnótica en la que estoy― ¡Miau…! ¡Miau…!― oigo. ¡Qué ven mis ojos! ― ¡E…h! ¡El de allá abajo!
Aclamo con maullidos a ese de mi especie. ¡Qué maravilloso milagro!, pienso. Ni siquiera me oyó. Pasó de largo, sin más, sin percatar que estoy aquí tan sola. No entiendo como sus amos lo dejan pasear libremente por ese mundo, que no conozco y extraño. Siendo así de fácil, creo que lo quieren más que a mí. Añoro esa especie de libertad. Quiero caminar por ese suelo y explorar ese mundo fascinante y desconocido. Tengo que comprobar si cruzando ese hueco misterioso llegaré a bajar a alcanzar esa distancia y con mis patas. Que recuerde, solo he salido alguna vez, pero metida en una especie de cajón por donde lo veía igual de lejano y todo para llegar a un lugar donde me manoseaban y pinchaban con un instrumento punzante. Para ellos, era bueno que un extraño al que he oído llamar veterinario; me hiciera todo eso, dicen que para estar más sana y no contagie a nadie nada raro. ¡En fin! ¡Cosas de humanos!
Un día de éstos, cuando el miedo no me abrume y tenga la oportunidad, huiré, escaparé. Mientras llegue el momento, disfrutaré del almuerzo.
― ¡Mmm…! ¡Miau…!

El almuerzo.

Comer aquí, es una historia. Siempre lo mismo, o… casi. Cuando olfateo las dichosas galletitas en forma de pececillos o sin forma definida…, me dan náuseas. ¿Por qué creen que me gustan? ¿Por qué me las zampo? Qué se creen. No tengo más remedio, aunque estén asquerosas. Si tuvieran que comérselas ellos diariamente… ¡Otro gallo nos cantara! Estos humanos son rutinarios por naturaleza. ¡Qué berrinche con ellos! También hay que decir que gracias a ello, mis colmillos están súper limados y cortan de maravilla.
Mi ama Ana, cuando cocina pescado suele darme algún pececillo fresco, que disfruto como un cachorrillo feliz. Ella es, la mamá de Inma. Siempre al igual que yo, está metida aquí, en esta morada. Sale poco y está a veces muy triste. Hace como que no le gustan los gatos, pero yo sé… que sí. De vez en cuando me roza con una mano, como disimulando y me dice cosas preciosas. Creo que conmigo se siente acompañada y le doy vida. A veces cuando habla conmigo, yo suelo contestarle, aunque ella no me entienda. Siempre dice: que solo me falta hablar. Lo que no sabe, es, que verdaderamente hablo, solo que no me entiende; hablamos distinto idioma. Yo en cambio sí, con eso me basta y me sobra para darle mi cariño y compañía.
Después de darme el banquetazo de boquerones frescos que mi ama Ana me da, toca limpieza. Relamo mis bigotes y limpio a fondo mi piel, ya que el sabroso pescado deja un impresionante fuerte olor que se pega en mi pelaje.
Patitas por aquí… ― ¡Mia…u!― ¡Qué bien! ¡Ofú qué guapa estoy quedando! ¡Qué arte tengo pa esto de la limpieza! ― ¡Miau…!― Ya casi no queda rastro de ese olor a pescadería.
Cuando estoy a punto y bastante chula de nuevo, llega el momento de la estiradita. Estiro por delante mis patitas…― ¡A…hí! Perfecto―. Después las sutiles patitas de atrás…― ¡Miau…!―. Tengo los músculos en forma y dispuestos a jugar.

El aíre suave de invierno entra por una entreabierta ventana y baila con la cortina. El vaivén de su movimiento es un aliciente evocador para la alocada imaginación de Perla: nuestra gatita protagonista.

¡Oh, oh…! Ahí llega la enorme sombra que ataca de nuevo, quiere comerme. Se cree lista la condená. Jamás podrá con mi inteligencia. Soy más rápida y sagaz que ella. No podrá vencerme, aunque… no sé por qué se pone tan chula. Confunde mi cordura ésta alocada sombra. Embiste desde ahí arriba con mucha confianza de sí misma, tan orgullosa y fina. Creo que lo que quiere es… pillarme desprevenida y caerme por el lomo a traición. Pues… ¡ja! Ataco con destreza y… ¡Mia…u!
― ¡ZASS!― quedo colgada de ella.
― ¡OOOH, OOOH…! ¡Miau…!― grito, maúllo, saltando después contra la pared estratégicamente y chocando sobre los humanos de papel, fijos e inmóviles.
― ¡Sáquenme de aquí…! ¡Miau…!― caigo sobre la cama y uno de esos locos colgaos cayó sobre mi dejándome atrapada.
― ¡SOCORROOO…! ¡Quiero salir… de aquí…!
Después de luchar con tal feroz enemigo, lo hago trizas sobre la colcha blanca, otra batalla vencida…― ¡Huy…!― ¡Como quedaron mis pelos! La incansable sombra sigue acechándome… ¡Qué pesada! Aunque no estoy para el trote, ataco de nuevo y ella se enrosca cobarde y astuta ― ¡Qué te den― Se acabó por hoy la historia. Voy a acicalarme de nuevo, que mira como quedé, hecha un desastre.
Lo peor del juego es… cuando despierto y me encuentro con la realidad. Allí, al fondo del pasillo está ella, con la zapatilla en la mano― ¡¿Otra vez de nuevo liada con la cortina?! ¡Y los posters de tu ama! Cuando llegue ella, tú verás. Me tienes cansada. ¡Ven acá que te dé!― me dice.
―La llevas claras si crees que voy a hacerte caso. ¡Miau…!
Salgo galopando como carambola por el largo pasillo arriba y abajo, rebotando por la pared. Aunque nunca llegue a pegarme, ni rozarme un solo pelo, huyo para hacer más entretenida la escapada― ¡UFF!― Por poquito…
Calmo mis nervios agitados y busco reposo en el sillón que me gusta. Aquí puedo pasar horas muertas soñando. Un sueñecito no le viene mal a nadie… ¡A…y! Ya empieza el abriero de boca.

CONTINUARÁ....

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