miércoles, 18 de enero de 2017

RELATOS A MEDIANOCHE Y OTROS MICRORRELATOS...

PRÓLOGO

Relatos a medianoche, es una recopilación de relatos y microrrelatos, escritos independientemente y reunidos para este libro. Algunos de ellos los escribí expresamente para participar en concursos literarios.
Todos estos textos tienen un aura de intriga, con toques inquietantes.
Una lectura sencilla y escalofriante, donde el lector se verá envuelto en un clima, con efecto sobrenatural.
Algunos te harán pensar, otros… no sé…






Marcial, como cada día pone la radio: RNE. Le gusta oír un programa muy especial y entretenido, a pesar de que no es ávido en creer en ese tipo de cosas de  las que hablan. Es un programa presentado por Luis G. Chapinal y que emiten todos los sábados a las 23:00 horas, justo en esa noche que le toca hacer su ronda con el taxi por la ciudad. A él le distrae ese tipo de cosas, aunque extrañas y raras, más bien paranormales. Nunca ha creído en fantasmas, ni vampiros, ni hombres lobo, pero… le gusta oírlas. Podría decirse que es algo “masoquista” aunque no sufra con ello, eso sí, a veces le da cierto resquemor o escalofríos y más cuando es de noche y la calle está completamente sola.
Casi al final de la jornada, recogió a una señora aparentemente mayor, de unos casi sesenta años. Llevaba una maleta grande de carrito y le esperaba a la puerta de un portal.
― ¿Dónde la llevo? Señora…― le dijo al tiempo que tiró de la pesada maleta para acercarla al auto―. ¡Vaya! ¡Cómo pesa!― se quejó al casi no poder levantarla para meterla en el maletero.
La mujer parecía muy seca y agria de carácter, además de no tener muchas palabras de conversación, solo le contestó lo justo y fríamente…
―A la estación de RENFE, por favor.
El taxista conectó el taxímetro y dirigió su auto por la silenciosa ciudad, apenas había tráfico en ese instante y solo les acompañó la voz del locutor de radio y las intrigantes melodías musicales que se proyectaron a través del canal.
Marcial, en un rápido vistazo por el retrovisor central, se percató de un confuso detalle que le hizo estremecer del pánico. Justo, la radio emitía una música muy envolvente y casual, la sinfonía nº 5 en do menor de Beethoven, cuando comprobó que había un nuevo pasajero al lado de la mujer. Su mirada perpleja no salía del asombro y estaba tentado por una afanosa curiosidad por saber cómo y cuándo se había subido al taxi, que no lo había visto.
― ¡Disculpe!― reclamó― ¿Cuándo se subió que no lo vi?― preguntó.
― ¿Cómo dice?― respondió ella con cara de extrañeza―. No se acuerda… hace un ratito― añadió desconcertada.
―No… Usted no, eso ya lo sé…― confesó― ¡Él!― le indicó con un gesto de hombros, ya que no podía mirarle directamente al ir conduciendo―. El señor que va a su lado…― le comunicó.
La mujer no salía de su asombro y pensó de pronto que el chofer se había vuelto majara, ya que ella accedió al taxi, sola.
―Usted… está mal o ¿qué?― le instó sugiriéndoselo muy confundida por su comportamiento.
Marcial creyó volverse tonto y no entendía por qué la mujer le decía esas cosas. La sinfonía de Beethoven le envolvió los sentidos hasta tal punto que tuvo que bajar el volumen y secarse el sudor de la frente, ya que con los nervios de esa extraña sensación, le manó un incomodo líquido de la piel.
― ¿Por qué permanece callado y no me contesta?― preguntó insistente― ¿Cuándo se subió?― añadió, mirándolo desde su postura a través del retrovisor central.
La señora estaba incomoda y pasando un mal rato con el conductor que le había tocado, pensando que quizás era un señor muy trastornado. Solo quería llegar cuanto antes a la estación y perderle de vista.
De fondo en un mínimo volumen desde la radio se oyó la voz del locutor cuando el auto se detuvo por fin ante la estación del tren. La mujer se bajó rápida y angustiada, pero no sin antes pagar al taxista.
― ¿Pagarán a medias el viaje?― le preguntó él.
― ¿Cuánto es?― le dijo alterada y mostrando preocupación. El taxista le dijo la cantidad exacta y ella le pagó sin dilación.
Al sacar Marcial la maleta, de pronto le dio la sensación de que pesaba menos, pero no le dio importancia y regresó al coche. Al entrar en el habitáculo se dio cuenta de que ese pasajero extraño seguía ahí. Mirándole con la mirada lejana, penetrante y melancólica, más triste, como dolido o sufrido, con un tono de piel clara y azulada. Al verle tan entristecido hasta sintió pena por él, pero sin comprender que hacía aun en su taxi.
De pronto se subió otro cliente que había llegado desde la estación y le pidió servicio hasta el centro. Marcial lo aceptó y le llevó, dándose cuenta de que ese señor no había visto al pasajero que iba sentado a su lado. Entonces, justo cuando de la radio sonaba la banda sonora de la película de Alfred Hitchcock: Psicosis, algo se le removió por dentro, que le hizo empalidecer del terror. Miró de reojillo a sus pasajeros, uno; ajeno a todo y el otro en su mundo siniestro del silencio.
Al llegar al destino de su cliente y éste marcharse, colocó el cartel de cerrado y se volvió para atrás para observar detenidamente su visión. El locutor expresaba unas palabras desde su programa, algo que inquietó el alma del oyente, mientras le escuchaba sintió su piel como se erizaba por el gran sentimiento de confusión que le profesaba.
“…Amigos… si alguna vez que estéis solos, sentís que os observan, que la piel se os eriza de un cierto e inquietante escalofríos sin saber por qué… si el silencio parece que os susurra y vuestros ojos ven algo que otros no pueden ver, sabiendo que de verdad lo estáis viendo… sabed que quizás estáis teniendo contacto con el más allá y os ha visitado un ente, quizás… para transmitiros un mensaje muy especial…



 Espero les haya gustado... Esto es solo una porción del pastel, ya que el libro tiene más relatos al estilo de este.

¡Feliz lectura!

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